“La vida es un viaje consciente”
Con profunda y muy compartida tristeza y ternura, despedimos al profesor, psicólogo y escritor Ramón Bayés Sopena, quien falleció este agosto a los 94 años, dejando una huella imborrable en la psicología contemporánea y en la comprensión ética y humanista del sufrimiento. Nacido en Barcelona el 29 de septiembre de 1930, Bayés fue una de las figuras más influyentes en la introducción del conductismo experimental en el ámbito hispano, así como pionero en aplicar los conocimientos psicológicos a temas fundamentales como la salud, la muerte, la vejez, el duelo y el sentido de la vida.
Doctor en Psicología y catedrático emérito de la Universitat Autònoma de Barcelona, su trayectoria abarcó más de medio siglo de contribuciones académicas, clínicas y humanísticas. A inicios de los años setenta, fue uno de los primeros psicólogos españoles en publicar investigaciones empíricas sobre comportamiento animal, acercando la obra de figuras como Pavlov y Skinner al mundo de habla hispana. Junto con colegas como Josep Toro y Joan Massana, contribuyó decisivamente a modernizar la psicología española y a abrirla a nuevas corrientes científicas.
Su pensamiento era una invitación a vivir con autenticidad y serenidad, y aceptar la finitud sin miedo.
Ramón Bayés supo tender puentes entre el conocimiento científico y la experiencia emocional. Fue un divulgador brillante, dotado de una sensibilidad poco común, que abordó el sufrimiento, la muerte, la autonomía y la resiliencia desde una mirada profundamente ética, compasiva y esperanzadora.
Trabajó estrechamente con unidades de cuidados paliativos, asociaciones de psico-oncología y redes de salud comunitaria, y fue un referente clave en el desarrollo de la psico-oncología en el mundo hispano. Ha disfrutado de un enorme amor y respeto de muchos alumnos y discípulos.
Su obra literaria refleja esta combinación única de rigor y calidez. Publicó varios libros, actividad que nos hizo encontrarnos y ser amigos. En el 2021 participó en el programa Aprendemos Juntos, donde dejó un testimonio conmovedor en el vídeo titulado Un mensaje de sabiduría . Sus palabras resonaron entre más de dos millones y medio de personas. Ahí dijo:
“Cada persona es un viaje, que el viaje sea único”.
“Que la vida sea un viaje consciente. La vida es búsqueda, la vida es camino”.
Estas frases resumen la esencia de su pensamiento: una invitación constante a vivir con autenticidad, a aceptar la finitud sin miedo y a encontrar serenidad incluso en las circunstancias más difíciles. Su mensaje, sencillo y profundo, continúa inspirando a quienes lo leyeron, escucharon o acompañaron.
He compartido –como muchos de sus discípulos– hermosísimas conversaciones con él estos últimos años. He grabado algún video de nuestros encuentros con saludos a sus amigos y exalumnos, a quienes se los he mandado. Hemos visto cómo se hacía cada día más vulnerable, y esto resultaba una invitación a aceptar que somos seres frágiles y finitos.
Cada libro que me entregaba era un ritual divertido, cuando me decía “este es el último”... y publicamos siete. Le prometí llevarlo a tomar un gin-tonic, pero al final se lo traje yo a su casa, pocos días antes de fallecer, acompañado de Pep Marí, un discípulo muy querido, quien, entre muchas cosas esenciales, contaba que Ramón, antes de tomar en su mano un trabajo de uno de sus alumnos, les decía: “¿Esto es la mejor versión de lo que puedes darme?” Al introducir la muy legítima y pedagógica duda en el alumno, conseguía que este mejorase su investigación, porque pedía un poco más de tiempo. Corregía antes de recoger en mano el trabajo.
Ramon nos mandaba –a toda su gente querida– durante años, cada lunes, un mail con trozos de artículos, links a músicas, a películas, etc. Todo el rato repartía fragmentos de vida que quería compartir.
La vida a veces nos enfrenta a momentos durísimos. A él tampoco se los ahorró. La familia perdió a uno de sus dos hijos, Ricard, muy joven, en un accidente. Y, muchos años después, enviudó de su esposa, Àngels, con quien tomaba siempre un desayuno en una cafetería cerca de su casa. Siempre en el mismo sofá. Sonreía –como un pillo entrañable–, contento, cuando podía sentarse en ese sofá concreto. Un ritual hermoso. Le acompañé un día y noté cómo las camareras lo saludaban con un cariño descomunal. Ramón despertaba muchísima ternura.
Le sobrevive su maravillosa hija, Mireia, y sus nietos, Jordi y Marc. Este último año no se ha cansado de repetir la admiración por su hija Mireia, que le ha cuidado con un amor ejemplar.
Quedémonos con esta frase, fundamental, de la entrevista en Aprendemos Juntos. A la pregunta: “¿Qué les dirías para el día que vean esta grabación, a tu hija y a tus nietos, Ramón?”, contestó: “Os he querido, aunque a veces probablemente no lo habéis notado”.
Cuando el entrevistador le preguntó: “¿Qué consejo le darías a alguien que empieza a aprender en la vida?”, respiró un momento y contestó: “Que escuche.” La característica esencial de su vida fue la curiosidad. Nos despedimos con un “a reveure”, “hasta la vista”
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