Fue a principios de este siglo cuando terminaba mis estudios de Master de la tercera edad después de jubilarme. En un encuentro que tuvimos sobre el envejecimiento en la Fundación Telefónica me acerqué a Rocío y le pregunté acerca del camino de la jubilación me contestó ENVEJECER BIEN ese era el título de una colección de sus libros que realmente me ayudó a vivir y a seguir aprendiendo.
Hoy día 21 de marzo comienzo de la Primavera me encuentro con un artículo suyo que comparto con todos los que tenéis a bien leer el Blog Nosotros Mayores.
Rocío Fernández-Ballesteros, catedrática de Personalidad, Evaluación y Tratamiento
Psicológico de la Universidad Autónoma de Madrid afirma:
Cuando se es mayor, se experimentan emociones con la misma
intensidad que cuando se es joven y los mayores sienten emociones positivas con
igual frecuencia que la gente más joven.
Existe una fuerte evidencia de que la experiencia emocional
negativa se da en mucha menor frecuencia a partir de los 60 años. Así, a esas
edades, existe más expresión de “felicidad”, “gratitud”, “contento” que de
“frustración”, “tristeza” o “rabia”.
La conclusión de la mayor parte de autores que investigan el
mundo afectivo de los mayores es que en la vejez existe una mayor complejidad y
riqueza emocional. Es decir, que en la vejez se incrementa el manejo adecuado
de los afectos y que, por tanto, existe una mayor “madurez” afectiva.
Cuando pensamos en el fenómeno del envejecimiento miramos
sólo la parte biológica. Tendemos a pensar que a partir de una determinada edad
nos espera con los brazos abiertos la dependencia, el declive, el deterioro…
Son prejuicios y estereotipos negativos sobre la vejez, elementos comunes de
nuestro imaginario sociocultural debido a la valoración positiva de la
juventud, la belleza, etc. Envejecer no es visto como una etapa natural de
nuestro ciclo vital que tiene sus particularidades, sus peculiaridades, sus
posibilidades de desarrollo y crecimiento humano, no es una etapa de
involución.
Es verdad que se tienen achaques, y que la enfermedad
acecha, pero en términos de felicidad, tenemos una común y equivocada creencia:
que los días más felices de la vida de las personas se producen cuando se es
joven.
Y es que no pensamos en la vejez como en el aumento de la
longevidad, no lo asumimos como un logro de nuestra sociedad aunque se esté
disfrutando de un mejor nivel de vida y de una mejor calidad de vida. Haber
conseguido cerca de 30 años en la esperanza de vida es una de las mayores
proezas del hombre en el siglo XX y un signo de progreso, pero la sociedad no contribuye a
deconstruir las representaciones negativas y los estereotipos del
envejecimiento, y por lo tanto, las actitudes y las discriminaciones (“ageism”
traducido al español por la Comisión Europea como “edaísmo”) derivados de
estas.
Las personas mayores disponen, como demuestran los estudios,
de más herramientas y estrategias cognitivas y emocionales para afrontar la
vida, a pesar de que, biológicamente, se haya entrado en la decadencia física.
A medida que nos hacemos mayores, buscamos recursos para ser lo más felices
posible y adaptarnos a las nuevas circunstancias. Se trata de una actitud vital y positiva ante nuestra propia
vida y con el futuro y valorar lo vivido, dar el justo valor a cada cosa, en
definitiva, conseguir sentirse vivo.
Es posible que pensemos que los mayores viven resignados a
su vejez, que se han acomodado, que se han conformado, que esto es lo que hay y
que por eso, al conformarse, son más felices, pues nada esperan. ¡Nada más
lejos de la verdad!.
Los estereotipos hacen que no veamos las ventajas de la
vejez. Se puede aprender mucho de los mayores, simplemente porque saben más
sobre la vida. La experiencia adquirida a lo largo de los años facilita la
adaptación a las nuevas circunstancias y condiciones que impone la edad, pues
las personas mayores conocen cómo actuar utilizando destrezas y habilidades que
ayuden a superar los vaivenes de la vida. Una persona será más o menos feliz en
función de sus circunstancias, sus condiciones de vida y su personalidad.
¿En qué medida el contexto (las condiciones socioeconómicas,
el estado civil, etc.), la salud y la situación funcional y las relaciones
interpersonales influyen en la afectividad (positiva y negativa) en la vejez y
en qué medida esos factores son más importantes que la edad? Evidentemente, la
salud y la autonomía son importantes; una condición física buena ayuda a
sentirse más dinámico y anímicamente más alegre y vital.
Pero la personalidad ocupa también un lugar destacado. Ser
optimista es la mejor vacuna contra la depresión, además las personas
optimistas se cuidan más y siguen mejores hábitos de salud, ya que se alimentan
de forma más adecuada y hacen más ejercicio.