Setenta y nueve años han pasado,
el tiempo deja en mí su marca fiel,
cada risa, cada llanto, un laurel
del alma que figura en el legado.
Conmigo va la historia de lo arado
a lo largo de esa vereda cruel,
aunque al final, ya en paz, vivo con el
recuerdo que las huellas han dejado.
El cuerpo flaquea no el pensamiento,
que el horizonte ve con mirada clara
con cada arruga un profundo aliento.
La vejez que las raíces repara
con sabiduría el entendimiento
hasta que con calma la vida para.
@Chema Menéndez