ENCUENTRO EN EL MONASTERIO DE LA ENCARNACIÓN
M.M. Dominicas de Plasencia Cáceres
Esta
historia tuvo su origen a finales del siglo XIX, años en los que nació mi tía/abuela
en una pintoresca aldea asturiana Villar de Tejón dentro del entorno de
Belmonte de Miranda y desde allí a los 20 años se trasladó al Monasterio de la
Encarnación en Plasencia donde permaneció 55 años en vida religiosa hasta el
final de sus días allá por los años 60.
En
mis años de infancia siempre había oído hablar a mi familia sobre la tía monja
de clausura y de los comentarios sobre las cartas que iban y venían.
El
tiempo ha ido pasando y como siempre ocurre sin darnos cuenta nos vamos quedando
solos porque nuestros seres queridos se han ido marchando y nosotros también
nos acercamos al final.
El
pasado mes de mayo encontré entre los recuerdos dejados por mi madre un fajito
de cartas de la tía monja que al leerlas me hizo reencontrarme con la historia
de mi pasado y meditar sobre el presente.
Sin
pensarlo mucho llamé por teléfono al Monasterio por si todavía había alguien
que se acordara de Sor Visitación Menéndez que era el nombre de mi tía/abuela y
cual fue mi sorpresa que la actual monja, priora Sor Juana con 82 años había
convivido en su juventud con ella y después de conversar unos momentos tuvo la
amabilidad de invitarnos a hacerles una visita.
El
pasado mes de septiembre tuvimos el encuentro con las hermanas. Fue un momento
entrañable que duró más de 2 horas. Dos de las hermanas habían convivido con
nuestra tía y nos contaron anécdotas y peripecias de su relación con ella,
entre otras el intercambio de trozos de tortilla por debajo de las servilletas para
solidarizarse con la penuria del hambre que había en aquellos años 40 y bien
entrados los 50.
Yo
les conté el aprecio y el cariñoso recuerdo que siempre hemos tenido hacia ella
toda nuestra familia asturiana. En nombre de todos les hice entrega de una
placa con el relieve de la Iglesia de San Marcos de Tegueste (Tenerife) lugar
donde resido para que figure en el Monasterio en nombre de todos.
Gracias
hermanas por recibirnos, por vuestra agradable conversación, por vuestras
preguntas, por escucharnos, por transmitirnos un sol radiante que hizo brillar
nuestras mentes en estos momentos apagadas, por vuestras sanas sonrisas, por
vuestros dulces, por la dulzura del agua con limón que a mi me supo a gloria
bendita.
Por
último no quiero dejar pasar el recuerdo de ese regalo del cielo que nos llegó
cuando a la puerta del Alfonso VIII esperando el taxi para marcharnos de la
ciudad de Plasencia aparecieron dos ángeles del cielo las hermanas Teresa y
Amparo para darnos un abrazo y decirnos hasta siempre de parte de todas las
M.M. Dominicas.
Maravillosas monjas dominicas de Plasencia. La bondad recorre sus venas.
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