La caja de madera de la Juliana.
En la mayor parte de los paises de tradición cristiana en estos días recordamos a nuestros amigos y seres queridos que nos dejaron. Cada uno lo hacemos según nuestra costumbre y manera de ser.
En este caso quiero contar un recuerdo simbólico que forma parte de mi vida.
Juliana era la inolvidable vecina del sexto piso. Una madrileña entrañable que fue la que cuando nací me cogió en brazos y me sacó a las escaleras para mostrarme a los vecinos. “Es el hijo de la Carmen” Yo acababa de nacer. Carmen era mi madre que pasado los años me contó la historia de la caja de madera que Juliana nos regaló.
Es curioso pero la caja con todo lo que me he movido siempre ha ido conmigo. Ahora la tengo en una repisa entre los libros. Cuando la miro fijamente y veo su relieve no tengo por menos que recordar a Samaniego cuando le decía a su lechera aquello de:
“No seas ambiciosa
de mejor y más próspera fortuna;
que vivirás ansiosa
sin que pueda saciarte cosa alguna.
No anheles impaciente el bien futuro
mira que ni el presente está seguro.”
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